29 de marzo de 2007

Con dos tacones

Toda la vida he tenido una ligera obsesión por los zapatos de tacón, heredada directamente de mi madre.

Cuando era pequeña, me regalaron los típicos que iban con el vestido de sevillana. Siempre me acordaré de ellos, verdes con lunares blancos. Fastuosos. Y claro, yo me los ponía no sólo para disfrazarme de faralaes, sino en cualquier ocasión. Incluso entre las 12:30 y las 2 que iba a comer a casa del cole. Comerme las lentejas y el petisuí o no me daba igual, pero que me dejasen estar con mis zapatines de tacón era fundamental.

Y cuando digo zapatos, incluyo botas, botines y sandalias, claro está. Pero el caso es que siempre me ha fastidiado tener que ponerme zapatillas de deporte (excepto para hacer deporte, obviamente) o zapatos rasos cuando las circunstancias del guión lo exigen. Me siento enana, gorda y poco agraciada.

Eso sí, el mundo se ve distinto sobre unos zapatos de tacón...

Como consecuencia de mi filia puedo afirmar que tengo los pies más horribles del planeta, pero ese es un pequeño precio que tengo que pagar por medir siempre entre 5 y 15 centímetros más. Quiero decir con esto que podría apagar un cigarro puro en la planta de mis pies sin que notase nada, o caminar tranquilamente sobre brasas encendidas. Muy verídico todo.

Eso por no hablar de las veces que he llegado a casa con los zapatos en la mano o caminando como el gran Gregorio de la calzada. O cuando llevo todas las tiritas que vienen en una caja pegadas en mis pies. O lo del gran invento de las Plantillas Party Feet del Dr. Scholl (¡gracias!).

Mi última obsesión son los zapatos Louboutin. Ya sé que son muy caros y el hecho de que famosas como Christina Aguilera o Jessica Simpson sean adictas a ellos no quiere decir nada, porque también son adictas a la chapa y pintura o al agua oxigenada para el pelo y no por ello sigo sus dictados. Pero es que los Louboutin son de morirse del gusto.

Así que he conseguido una imitación muy aceptable en Ebay, la gran web de consuelo de los pobres. Mis Louboutin falsos vienen de Alemania y ponérselos es una experiencia basada en alegres torturas germanas como la Dama de Hierro de Nüremberg, o algo parecido. Muy ponibles, vamos. Tanto, que ya me imagino a S. caminando alegremente por la calle y yo correteando detrás, como ya me ha pasado en otras ocasiones.

Y como no encontraba el momento para estrenarlos (ni creo que lo encuentre, pero yo soy así de práctica en mis compras) lo he hecho hoy mismo, mientras pasaba la fregona en casa.

¿Es o no es eso glamour?

¡Con un par....! (de tacones)

25 de marzo de 2007

Sexiest man alive!!

¡¡Importante descubrimiento en el planeta "Studio 54"!!

Acabo de ponerle nombre y cara (¡y cuerpo!) al hombre más sexy sobre la faz de la tierra:





GERARD BUTLER, en su papel de Rey Leónidas en "300".

Por ahora comunicaros que ya tengo el permiso de S. para, en caso de que enviude, poder rehacer mi vida con este señor.

Cuando tenga palabras ya os contaré, por el momento os recomiendo que vayáis a ver la película. Muy impresionante todo.

13 de marzo de 2007

Have you ever seen the rain?

A veces escucho una canción y me resulta tan evocadora que el sólo hecho de oir los primeros acordes me transporta a un momento determinado, aún no sé muy bien por qué. Y si bien es cierto que podría haber escuchado, por ejemplo, "Para no olvidar" de Los Rodríguez mientras estudiaba para un examen oral de Derecho Internacional Privado o estaba ingresada en el hospital para que me arrancasen las muelas del juicio, lo cierto es que me recuerda a cierto bar, hace miles de veranos, con aquel grupo de amigos.

Y es que casi siempre se trata de momentos felices, no me gusta recordar cosas tristes mientras escucho música, nunca fui de torturarme con canciones (Bueno quizás únicamente durante la adolescencia, pero eso es algo que nos pasa a todos, supongo).

También me ocurre con "Have you ever seen the rain" de la Creedence Clearwater Revival. Que es escucharla y resulta que es el verano pasado, y estoy con S. , con R. y con N. tomando unas cervezas, con el sol acariciándonos la piel, y de repente empieza a sonar música en directo. Y sólo estamos nosotros cuatro y la banda tocando, pero pronto empezamos a bailar, a cantar y a dejarnos llevar por la música. Y enseguida se unen unos cuantos más. Y da pena que a esta banda no la puedan estar escuchando miles de personas en ese momento, pero da igual, la ocasión se merece que todos coreemos y aplaudamos como si estuviésemos en un concierto multitudinario:

Someone told me long ago/ theres a calm before the storm
I know its been comin for some time
When its over so they say/ it will rain a sunny day
I know shinin down like water

I want to know, have you ever seen the rain?
I want to know, have you ever seen the rain...
Comin down on a sunny day?

S. y yo hemos recordado aquel momento muchas veces a lo largo del invierno. Y la semana pasada nos encontramos a R. y a N. y nos confesaron que inesperadamente también lo recordaban como lo mejor del verano pasado. Algo tan simple, ya véis...

P.D.- Y ahora resulta que este tema es la melodía que han elegido para un anuncio de televisión de cierto Parque Temático. El lugar donde ocurrió aquello. Así que si algún día venís por aquí, no dejéis de visitarlo y de ir a ver a aquella pequeña banda que nos llegó a todos con una simple canción.
Y esto no es publicidad.