Don Corleone
Don Corleone se levantó. Su rostro seguía siendo impasible, pero su voz era helada como la muerte al dirigirse al empresario de pompas fúnebres:
- Tú y yo hace muchos años que nos conocemos, no obstante lo cual hasta hoy nunca me pediste consejo o ayuda. Ni siquiera soy capaz de recordar cuándo fue la última vez que me invitaste a tu casa a tomar café, a pesar de que mi esposa es la madrina de tu única hija. Seamos francos. Rechazaste mi amistad, no querías deberme nada.
- No quería verme envuelto en líos- murmuró Bonasera. El Don levantó la mano en señal de disconformidad. Seguidamente dijo:
- No. No hables. Creíste que América era un paraíso. Tenías un buen negocio y vivías muy bien. Pensaste que el mundo era un edén del que podías tomar todo lo bueno que quisieras. Nunca te procuraste de rodearte de buenos y verdaderos amigos. Después de todo, para protegerte estaban la policía y los tribunales. Nada podía ocurrir; ni a ti ni a los tuyos. Para nada necesitaban a Don Corleone. Muy bien. Heriste mis sentimientos, y no soy de los que dan su amistad a quienes no saben apreciarla, a quienes me tienen por poquita cosa.
(El Padrino, Mario Puzo)
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