Al carajo
El otro día hice un experimento...
Y es que odio la Fórmula 1, pero como desde que existe Alonso (y no antes), la peña anda flipada con el asturiano, pues pensé ’’voy a ver la carrera de hoy a ver si es que yo soy la rara y verdaderamente hay algo mágico en dar tropocientas vueltas a un circuito en un coche de carreras’’. Así que como a las 6 y pico ya se había quitado el sol (esto es Asturias, queridos), entré en casa a ver el evento...
Como siempre, mi padre y mi hermano ya estaban apostados frente al televisor (creo que mi padre es la única persona que conozco que toda la vida ha visto las carreras de F-1, pero afortunadamente ahora se ahorra la chorrada de vestirse de azul). Es de los que a veces se levantaban a las tantas de la madrugada del domingo para ver ’’El-gran-premio-de-no-sé-dónde’’, y al que muchas veces he tenido que rogar ’’por favor, baja el volumen de la televisión’’. Porque no hay nada más insoportable que estar escuchando el ’’brun-brun’’ de los malditos coches, sobre todo si no estás prestando atención a la historia.
Un inconveniente básico es ese: no soporto el sonido. Otra cosa es que no soporto al tío calvo que lo comenta en Tele5, que termina todas sus frases siempre con el mismo soniquete, con la misma cadencia. Es el típico comentarista al que escuchas más de media hora y ya estás pensando: ’’muérete!!’’.
En fin, que pequeños inconvenientes aparte, hay otro de bastante peso: son 70 vueltas. Setenta!! No diez, ni veinte, sino 70 vueltas que duran como cosa de dos horas. Y digo yo que si para medir quién es el mejor o esas historias no vale dar la mitad. Ellos sabrán. Lo malo es que cuando llevas media hora sin apartar la vista de la tele, ves que las imágenes se repiten hasta infinito: otra vez la misma curva, otra vez la misma recta, otra vez el otro que casi se sale...Y por si acaso te pierdes una de esas interminables repeticiones, mientras están retransmitiendo la publicidad no dejan de enfocar el puñetero circuito en un recuadro pequeñín en el margen superior izquierdo de la pantalla. Para morirse.
Algo que me molesta especialmente es la eterna obsesión por Alonso. Que si Alonso esto que si Alonso lo otro. A la mierda Alonso. Seguir a Alonso es como ser del Madrid, no tiene ninguna emoción. No mola seguir siempre al que gane en cada momento. Así que por elegir a otro, decidí que me quedaba con un tal Tacuma Sato, que me hace mucha gracia su nombre y por lo visto esta temporada está teniendo muy mala suerte. Vivan los perdedores, como diría mi querido Sabina!!. Tacuma rules!!
En fin, que al final el Alonso la cagó (pinchó una rueda o algo así), y en mi casa querían que ganase Schumacher (no sé si el famoso o el hermano, no los distingo) porque el otro que iba en cabeza está más cerca de Alonso en puntuación y fíjate si le gana, qué dramón. Reconozco que las vueltas finales me dediqué a otros menesteres, ya que no era capaz de seguir mirando a la tele para ver siempre lo mismo: apasionantes entradas en boxes en las que unos tardan 10 segundos y otros mogollón (unos 12, fíjate!).
Y al final ganó el otro, que no me acuerdo cómo se llama, y el Schumacher no, así que Alonso sigue líder pero lo tiene peor. Y en Tele5 seguían erre que erre con Alonso. Estaban los tres que quedaron primeros subidos en el podio (en su momento de gloria) y esta gentuza venga a vueltas con Alonso. Por dios, que los 3 que están ahí están por algo. Porque en esta carrera han sido los mejores, o porque no han tenido la mala suerte de pinchar. ¡¡Así que cerrad el pico con Alonso, que ya apestáis!!
Resultado de mi experimento: no volveré a prestar atención a una carrera de F-1...
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